(EXTRACTO DE "EMOTION CIRCUITS IN THE BRAIN")
Annu. Rev. Neurosci. 2000. 23:155–184.
¿Debiéramos integrar el Cerebro Cognitivo con el Sistema Límbico?
El auge de la ciencia cognitiva ha llevado a grandes avances en la comprensión de los mecanismos cerebrales de la percepción, atención, memoria y demás procesos cognitivos. Uno podría estar tentado en decir que la forma de impulsar la inclusión de la cognición y emoción hacia una nueva ciencia de la mente sería poniendo toda esta nueva información sobre el cerebro cognitivo junto con aquella del cerebro emocional proporcionada hace varios años por el concepto del sistema límbico. Sin embargo esto no dejaría de ser un error.
A pesar de que el concepto de sistema límbico continua siendo la visión predominante sobre como el cerebro crea nuestras emociones, es una imperfecta e inadecuada teoría sobre el cerebro emocional.
El concepto del sistema límbico fue expuesto en el contexto de una explicación evolutiva de la mente y el comportamiento (MacLean 1949, 1952, 1970; Isaacson 1982). Fue construida mediante la visión (impulsada por anatomistas comparativos a comienzos del siglo XX) de que la neocorteza es una especialización distintiva de los mamíferos – otros vertebrados constan de corteza primordial, pero solo los mamíferos eran creídos de poseer neocorteza. Y dado que el pensamiento, el razonamiento, la memoria y la solución de problemas son especialmente desarrollados en mamíferos, particularmente en humanos y otros primates que poseen relativamente mayor tejido neocortical, estos procesos cognitivos deben estar mediados por la neocorteza y no por la corteza más primitiva o demás áreas cerebrales. En contraste, la corteza primitiva y la ganglia subcortical relacionada forman el sistema límbico, el cual ha sido dicho de mediar los más primitivos aspectos evolutivos de la vida mental y de la conducta: nuestras emociones. De esta manera, la cognición vino a ser considerada como producto de la neocorteza, y las emociones del sistema límbico.
La teoría del sistema límbico comenzó a encontrarse con problemas casi inmediatamente de haber si descripta, a mediados de los 50’, al ser observado que el daño del hipocampo, pieza fundamental del sistema límbico, conducía a deterioros severos en una función distintivamente cognitiva: la memoria de largo plazo (Scoville & Milner 1957). Esto era incompatible con la idea original de que la arquitectura primitiva del sistema límbico, en especial aquella del hipocampo, era poco apta para participar de funciones cognitivas (MacLean 1949, 1952). Subsecuentemente, a fines de los 60’, fue descubierto que el equivalente de la neocorteza del mamífero se encuentra presente (aunque en forma rudimentaria) también en vertebrados no mamíferos (Nauta & Karten 1970). Como resultado, la distinción entre corteza primitiva y neocorteza cayó desmoronada, desafiando la base evolutiva de la asignación de la emoción al sistema límbico y de la cognición a la neocorteza (Swanson 1983).
El sistema límbico ha sido siempre un blanco dinámico. A los pocos años de su concepción, se había expandido desde la noción original de “corteza primitiva” y nucleos procencefálicos subcorticales relacionados a incluir algunas áreas mesensefálicas (Nauta 1979), y hasta algunas regiones neocorticales (Kaada 1960). Varios intentos fueron realizados para rescatar al sistema límbico intentando definirlo de manera más precisa (Isaacson 1982, Swanson 1983, Livingston & Escobar 1971). Sin embargo, luego de medio siglo de debate y discusión, todavía no se ha logrado acordar sobre los criterios que deban ser usados para decidir qué área encefálica pertenece al sistema límbico. Algunos han sugerido que el concepto debiera ser abandonado (Brodal 1982; LeDoux 1987, 1991; Kotter & Meyer 1992).
Pese a estas dificultades, el sistema límbico continúa sobreviviendo, tanto como concepto anatómico, así como explicación de las emociones, en libros de texto, artículos de investigación y lecturas científicas. Esto es en parte atribuible al hecho de que ambos -el concepto anatómico y la función emocional- los cuales se suponían mediados por el sistema límbico, eran usualmente definidos tan vagamente que llegaban a ser irrefutables. Por ejemplo, en la mayoría de las discusiones de cómo el sistema límbico media las emociones, el significado del término emoción es supuesto ser algo semejante al uso común de la palabra (ya que ninguna otra definición se nos era dada). Sin embargo, el uso común del término emoción es en su mejor condición una pobre noción teórica, puesto que emoción es un concepto teórico rico y complejo con varios aspectos sutiles, algunos de los cuales no son intuitivos y por esto inconsistentes con el uso común de la palabra (Lewis & Haviland 1992, Ekman & Davidson 1994, LeDoux 1996). Por otro lado, el criterio para la inclusión de áreas cerebrales en el sistema límbico continua siendo indeterminado, y evidencia de que cualquier área límbica, como sea definida, contribuya a cualquier aspecto de cualquier emoción ha tendido a validar el concepto. Existen montañas de información sobre el rol de las áreas límbicas en la emoción, pero aún hay poco entendimiento de cómo nuestras emociones podrían llegar a ser producto del sistema límbico.
Particularmente desconcertante es el hecho de que uno no puede predecir, en base a la teoría límbica original de las emociones o cualquiera de sus descendientes, cómo aspectos específicos de las emociones funcionan en el cerebro. Todas aquellas explicaciones han sido realizadas post hoc (a partir de un evento se ha llegado a una conclusión en cuanto a su función, ej paciente HM). En ningún lugar es esto más evidente que en recientes investigaciones utilizando tecnología de imágenes funcionales (fMRI) para estudiar las emociones en el cerebro humano. Cuando una supuesta tarea emocional es utilizada, y un área límbica es activada, la activación es explicada por el hecho de que áreas límbicas median la emoción. Y cuando un área límbica es activada en una tarea cognitiva, es comúnmente asumido que debe haber algún componente emocional adjunta a dicha tarea.
Estamos, en otras palabras, al punto en el que la teoría del sistema límbico se ha convertido en una explicación sencilla y oportuna de cómo funciona el cerebro. Sin embargo, esta explicación se encuentra basada más en tradición que en información. Deferencia hacia el concepto está inhibiendo pensamiento creativo sobre como la vida mental es mediada por el cerebro.
A pesar de ser inadecuada la teoría del sistema límbico como explicación de circuitos cerebrales específicos de la emoción, las ideas originales de MacLean’s (1949, 1952, 1970) son de por más interesantes en el contexto de una explicación general evolutiva de la emoción y el cerebro. En particular, la noción de que las emociones involucran circuitos relativamente primitivos que son conservados por la evolución mamífera parece realmente acertada. Más aún, la idea de procesos cognitivos que puedan involucrar otros circuitos y podrían funcionar relativamente independientes de los circuitos emocionales, al menos en algunas circunstancias parece también correcto. Por lo que estas ideas funcionales son dignas de ser conservadas, aún si abandonamos al sistema límbico como una teoría estructural del cerebro emocional.
Traducción por MRZ (2009).